Blanco y Negro

Blanco y Negro
Juntos... un huracán...

martes, abril 18, 2017

SIETE...

En siete días estaré sentada frente a la puerta de embarque, ansiosa, nerviosa, mordiéndome los labios y retorciéndome los dedos. Tratando de jugar con el celular y apretando el botón de apagar la pantalla para no gastar batería. Abriré un libro que no tengo idea cual será y lo cerraré cientos de veces antes de que abran las puertas y pasen todos los que se apuran para llegar a su asiento muy rápido. No sé si se apuran porque piensan que alguien les quitará el asiento para siempre o, por la ansiedad de esperar sentado mirando por la ventanilla hasta que terminan de cargar combustible y el catering.
Faltan siete días y ya me despierto en la madrugada pensando en todas las cosas que tengo pendientes. Por ejemplo, anoche, me desperté media hora después de haberme acostado y, tengo la maldita sensación de que di vueltas y vueltas y no me volví a dormir profundamente hasta las nueve de la mañana. Aunque no puedas creerlo!
Esta noche si me despierto me juro que me levanto y arranco para el living a mirar una serie.
Hoy solucioné muchas cosas, pero no sé bien qué se me puede ocurrir durante la madrugada. Viste que es como una lotería, Imposible de saber de antemano. Las cosas más inverosímiles son las que llegan a estropearme la madrugada.
Anoche, una de las cosas que me entró a preocupar fue no tener respuesta sobre el cambio de fecha para el apartamento de Lisboa. Lo que pasa es que cuando realicé la reserva fue en seguida de reservar Porto y no se por qué cosa le pregunto las fechas al Negro y me repite las fechas de Porto. Una reserva sin cancelación...
Me di cuenta al día siguiente y le pedí a Miguel que llamara (él habla portugués o portuñol, yo apenas entiendo alguna palabra). Quien respondió lo hizo en perfecto español porteño, sin acento del portugués. Le dijo que si, que nos hacía el cambio que todo bien, pero nunca envió el correo confirmando el cambio. Yo pasé día tras día esperando el maldito correo y nada de nada. Anoche atacó mis sueños y ta... hoy me levanté con todo el ímpetu de hablar con Lisboa. Todas las gestiones hicimos. El muy caradura que atendió el teléfono le dijo que nunca había recibido una llamada, en la tercera o cuarta llamada pidió que le enviaramos los correos en los que habíamos solicitado el cambio de fecha, y el tipo parece que buscaba. En una de tantas, buscando mas material para desautorizarlo, veo que el precio no tiene nada que ver... gran sorpresa!!  Me equivoqué!!
Así que ta, llamé a Porto para pedirle disculpas y, también lo hice por mail y reconfirmando las fechas en las que había dicho que no iba a ir... qué bochorno!!
Luego el Negro llamó a la verdadera Lisboa y bueno... todo solucionado en pocos minutos. 

Veremos cual es el motivo de desvelo de ésta noche, aunque tengo la esperanza de que caiga rendida por el sueño perdido anoche...

sábado, abril 15, 2017

DESPUÉS DE TANTO...

Hace más de tres años que desaparecí del blog que tanto quiero y cuidé durante mucho tiempo.
Pensé en abrir otro, con otro nombre, de otro tiempo y diferentes vidas, pero en esencia soy la misma y es mi vida misma. Así que, aquí vuelvo una vez más como el hijo pródigo, con diferentes decires y diferentes formas de ver todo.

Mis cambios se deben a cosas buenas de la vida. No cambié mi forma de ver a partir de tragedias, sino de viajes, y puedo asegurar que es más enriquecedor y vivido.

En pocos días, estaré subiendo a un avión para viajar por segunda vez hacia el origen. Así lo sentí en el dos mil catorce, cuando pisé por primera vez Europa. Aunque mi tren se detuvo en la estación de la ciudad que siempre quiero conocer, no llegué en esa ocasión. Ésta vez lo más al sur que iré de Italia será Aprilia, por lo que Gaeta me seguirá esperando. Puede tener algo de cábala, exactamente al revés de lo que hago en el momento de tirar la moneda en la Fontana di Trevi, que lo hago para volver. Gaeta me espera y yo no voy, para tener que volver una y otra vez, y siempre tengo la excusa perfecta: ahí están mis orígenes más certeros. No es solamente una excusa. También existe la posibilidad que me suceda como a mi tío Antonio. Él llegó a Gaeta pero nunca se animó a preguntar por los "Mitrano". Algo lo hizo callar en el momento en que iba a hacerlo. Fue algo interior, un miedo, algo hizo que se quedara con las ganas de verle la cara a algunos que podrían ser familia o no, pero que portaban el mismísimo apellido. Quizás solamente fue esa necesidad interior de quedarse con la fantasía antes que con la realidad que, la mayoría de las veces, no puede superar a la anterior. Entonces, al saberse perteneciente a una familia del sur de Italia, creo que su fantasía lo colocaba como en Sicilia y la mafia. En eso no importa la realidad, lo mejor que tenemos es nuestras ganas de ser...
las ganas crean escenas fantásticas, siempre, dignas del cine... y hablando de Italia, quizás prefirió mezclar un poco del mare, otro de la mafia y un poco de Tinto Brass (aunque éste último fuera del norte) pero viste cómo es de cabeza dura, la fantasía, no?

Bueno, de todas formas veo la ida al viejo continente como el viaje hacia el orígen, y aunque en realidad no sea el mío, seguramente es el de muchos otros. Y en ésta ocasión decidí escribir, como una vitácora, como un cuaderno de viajes o como se les ocurra que sea. Serán sesenta días descubriendo, aunque repito ciudades porque me parece que necesito volver a visitarlas, siempre es un descubrimiento.
Mi descubrimiento, que siempre se condice con un viaje interior.
Seguí esperándome, Gaeta de mis amores!!

jueves, febrero 20, 2014

SILENCIO

Octubre del 2011

Silencio.
Casi una y media de la madrugada de un día más. Las últimas noticias dicen que ........ silencio.
No tengo idea de qué dicen las últimas ni las penúltimas. Cuando comienza el informativo corro a cambiar de canal, si la televisión está prendida. Si es la radio, pongo un disco que me cante, aunque sea una cumbia villera. Mentira. Preferiría apagarla o quizás hasta escuchar el informativo. Pero no permito que eso suceda.
Mañana tengo un día agitado pero sin levantarme temprano. Prefiero apretar la agenda antes que tener que madrugar.
Prendo un cigarrillo detrás del otro, automáticamente. Pienso y vuelvo a pensar si tendré que hacer una evaluación de éste último año, ya que no la hago hace tantísimo. Pero es como la visita al médico, en cinco o seis años haré una evaluación más completa, me miento.
Silencio.
No se escuchan los niños. Trato de concentrarme en mi respiración pero en lo único que logro concentrarme es en el ruido del teclado.

Febrero del 2014

Silencio.
Casi las doce y media de la madrugada de un veinte de febrero. Las últimas noticias siguen diciendo.... silencio. No sé, sigo sin verlas ni escucharlas. No existe informativo, ni televisión que logre sacarme del bendito silencio. Mañana tengo un día agitado, mis días, tres años después siguen siendo agitados, por suerte, o no. Vuelvo a apretar la agenda, eso sigue intacto, con tal de no madrugar. Ya no prendo un cigarrillo, casi nunca. Solo en los momentos en que me gana la ansiedad o la angustia, o la tristeza.
Decidí no hacer evaluaciones de nada.
Silencio.
Los niños de mi niña duermen. Me concentro pensando en que en poco tiempo más... poco quiere decir un par de años, mas o menos, me voy a un lugar más tranquilo, con silencio.
No quiero escuchar ni el teclado. Necesito escucharme sólo a mi, sólo a él. Nosotros dos, solos con nosotros mismos.


miércoles, febrero 19, 2014

TORMENTA

Salgo. El cielo parece que fuera a descolgarse en cualquier momento. No tengo ganas de volver, necesito respirar aire y mis esperanzas son llegar a la rambla antes de que comience a llover. Aunque tuviera que volver ensopada, lograr dar unas buenas bocanadas de aire más puro del que me rodea, normalmente, valdrá la pena. Oxigenará mi cerebro para tener más claridad y, así, poder tomar las decisiones óptimas.
Cuando era muy joven soñaba con algo parecido a lo que vivo, ya no me atrevo a soñar demasiado porque quizás esa fue la razón de que el tiempo se me pasara tan rápido.
Estoy a mitad de camino y siento cómo va llegando el olor a tormenta.                La gente camina rápido, y los autos también apuran su marcha como si quienes van dentro corrieran el mínimo riesgo de mojarse. Nadie respeta nada. Yo no respeto los semáforos. De todas formas, en cada bocacalle que he cruzado, tuve que esperar el cortejo de decenas de autos que se molestan unos a otros tratando de salir de una emboscada para llegar a otra, lo más rápido posible.
Las primeras gotas de lluvia me salpican justo antes de cruzar la rambla hacia el río mar. Un viento se anuncia con la brisa que crece rápidamente. El cielo se ennegrece más desde el horizonte y se comienza a ver las gotas chapoteando sobre las rocas.
Como hormigas suben las escaleras de la Ramirez cientos de personas que disfrutaban de un día de sol, los niños se arremolinan alrededor de los adultos, tratando de corretear un poco más sobre la arena blanda. El agua está creciendo en un juego implacable contra los que descansaban sentados o tirados cerca de la orilla. Levantan corriendo sus ropas semimojadas esperando un milagro de sol que las seque y los deje volver dignamente vestidos a sus casas.

Mientras miro el cuadro como que si estuviera absolutamente fuera, respiro hondo todo lo que puedo. Ya es hora de retornar a mi pantalla blanca. El final de un capítulo espera ser escrito y la visión casi apocalíptica de una tormenta llegando me da la absoluta seguridad de que he conseguido ver un poco más del comportamiento de los montevideanos que me rodean.

jueves, noviembre 22, 2012

LAS PATAS EN EL SUELO

 Desde niña mis pies piden estar descalzos. No importa si es invierno o verano, día o noche, frío o calor. Ellos solo quieren pisar el suelo. Debe ser por eso que varias veces me quebré dedos de los pies. 
Supongo que tienen un problema con estar apretujados, enjaulados, encarcelados.
¡Ay! Gritaban las viejas y las no tanto cuando me veían. "Te vas a enfermar" sentenciaban. No, nunca conocí a algún alter que tuviera mejor salud que yo. Nunca me engripaba. En mi infancia tuve sarampión, me sentí una reina. De noche dormía en mi cama, pero de día cambiaban las sábanas de la cama camera de mis padres y yo pasaba acostada en ella. Miraba los dibujitos, tomaba la leche con Pilán, y hacía los deberes que mi madre se encargaba de conseguir con una absoluta prolijidad causada por la amenaza de que mamá sería capaz de romper una y otra hoja hasta que salieran perfectamente dignos de una hija de maestra concienzuda. Porque en eso también iba su orgullo. También venía de visita mi tío Toto (que en realidad era tío de mamá) un hombre con mirada dulce, agradezco que él haya sido parte de mi niñez porque me salvó del aburrimiento de la media tarde en mis días de sarampión. Me trajo de regalo un juego de mesa y pasaba horas jugando conmigo.
De adolescente, también las viejas y no tanto gritaban y se horrorizaban con mis patas en el suelo. Y, aunque varias veces estuve tentada de comer tiza o ponerme papel secante de plantilla de los incalcuer cuando iba al liceo, nunca me enfermé, tampoco. Las faltas que acumulé fueron de alguna que otra "rata" con las que llenábamos las tardecitas sentados en la cantina frente al liceo, hablando de nuestras conquistas amorosas.
Sólo a los diecisiete me tuvieron que operar, pero de la vesícula, creo que nada tuvieron que ver mis patas en el suelo, más bien fueron los panes de manteca que me comía a puro diente.
Así que, no pude jamás decirles a mis hijos que anduvieran calzados en invierno, ni a mis nietos. Fede salió a mí, y desde bebé se saca zapatos y medias y zácate patas al suelo. Más de una vez estuve tentada de decirle que no lo hiciera pero no tengo ningún tipo de argumento para que no lo haga. 
Hoy tengo la edad de aquellas viejas y pasé la de las no tanto, pero sigo empecinada con mantener mis patas en el suelo, aunque muchas veces no lo haga por disciplina o, mejor dicho por no tener que ir a la pedicura que es una de las peores experiencias de mi vida.

domingo, octubre 07, 2012

Multifunción Multifacética...

Desde que me conozco soy multifunción. Mucho más que una impresora, estas son trifuncionales. Yo voy y vengo en un mar de actividades. Muchas veces me preguntan qué hago, y yo, respondo sobre lo último que hice o sobre lo que puede interesarle a quien interpela. Me olvido de algunas de las cosas que hago y no por falta de interés sino porque en ese momento ando pensando en las otras y por eso mismo no registro las que hago en automático como puede ser cerrar la puerta de mi casa. Por ejemplo,  he tenido que volver varias veces para ver si había apagado la cocina, o hasta la puerta para ver si estaba cerrada. En el caso en que haya alguien, con una llamada lo soluciono. Varias veces porque revisar una u otra cosa se realiza en automático, mientras lo hacía estaba pensando en otras  que me eran más vitales en ese momento. Aclaro que no es algo que me pasó con los años. ¡No señor! ¡No señora! Siempre me sucedió lo mismo.
Hace poco tiempo hablaba con una de las hermanas de mis hermanos sobre las actividades que había emprendido en mi vida. Tantas, que ni nos acordábamos para ennumerarlas. Tantas, que me encantaron en el momento en que las realizaba al igual que tanto me encantan las que tengo ahora mismo, entre manos.
Algunas perduran en forma contínua, otras perduran latentes en mis idas y vueltas, otras tuve que desecharlas para abrirme camino con nuevas y tantas otras pasaron como una forma de preparación, de estudio, para las que vendrían.
Soy multifunción aunque algunos se rían como no creyendo lo que digo. Casi todas las mujeres funcionan encarando varias cosas a la vez. Es parte de nuestra idiosincracia, pero yo le tuve que sumar tres o cuatro actividades más. En casa cocino, limpio, lavo la ropa, preparo lo que se necesita y cuido a mis nietos, atiendo a mis hijos y a mi compañero de vida.  Solamente tuve dos empleadas, en toda mi vida adulta, que me solucionaban de verdad la vida doméstica y me permitían moverme con otra libertad, me ocupaba de lo emocional pero de ninguna otra tarea doméstica. Como no sirvo para decirle a alguien lo que hay que hacer y cómo, y además, no encontré quién lo haga sin tener que estar hablando y hablando, yo misma me ocupo de todo. Hoy, aparte de los malabares que realizo en cuanto a lo doméstico, también tengo tres o cuatro actividades que me llenan el alma, la vida, y alimentan mi bolsillo insaciable.

Esa soy yo, una cincuentenaria que todavía cree que no llegó a vivir la mitad de su vida y que trata de seguir aprendiendo, y haciendo cosas en las que poner toda la pasión.

martes, septiembre 11, 2012

LA HOGUERA


"Escuché el grito, casi susurro. Miré a mi alrededor y no pude visualizar de dónde venía. Sentí mis manos arder, pero, al mirarlas, nada raro pude observar que me delatara. Juan caminaba unos pasos delante de mí, pero no pareció sorprenderse.
Debía ser tarde, al menos las diez de la noche. No solíamos salir y volver tan tarde con mi hermano. Siempre nos habían dicho que los integrantes de buena familia no debían deambular a esas horas por la ciudad desierta.
Ésta vez, habíamos hecho una excepción y nos habíamos escabullido, luego de la cena por la entrada de servicio. La ocasión lo ameritaba.
Caminamos muy rápido hacia el bar donde estaría aquel hombre que lograba milagros. Muchos habíamos llegado hasta allí, solo por curiosidad.
Durante largos minutos, me mantuve lo más lejos posible pero atenta a cada movimiento hasta que, de pronto, él se dio vuelta y mirándome a los ojos pidió que lo ayudara. Juan tironeaba de mi vestido, tratando de no dejarme mover, sabiendo que a la mañana siguiente, mi presencia habría sido el comentario en toda la pequeña ciudad. Pese a ello, sentí que debía entregarme a lo que había sido llamada y en silencio, yo indicaba con mi índice, el lugar del cuerpo donde él debía poner atención para lograr lo deseado, que era, ni más ni menos que dar salud a quienes la habían perdido."

Esas fueron las últimas palabras escritas por ella, unas cuantas horas antes de ser ejecutada en la hoguera por la santa inquisición. Hasta ese momento, había sido una católica intachable, una joven de familia, que esperaba en poco tiempo conocer al hombre que le había sido asignado desde su nacimiento como futuro esposo. Escuché su grito como susurro, en el momento de su muerte, y, desde entonces quedó grabado en mi memoria para siempre....



El texto es mío. La autoría de la foto corresponde a Tamara Ovejero.