Blanco y Negro

Blanco y Negro
Juntos... un huracán...

jueves, noviembre 22, 2012

LAS PATAS EN EL SUELO

 Desde niña mis pies piden estar descalzos. No importa si es invierno o verano, día o noche, frío o calor. Ellos solo quieren pisar el suelo. Debe ser por eso que varias veces me quebré dedos de los pies. 
Supongo que tienen un problema con estar apretujados, enjaulados, encarcelados.
¡Ay! Gritaban las viejas y las no tanto cuando me veían. "Te vas a enfermar" sentenciaban. No, nunca conocí a algún alter que tuviera mejor salud que yo. Nunca me engripaba. En mi infancia tuve sarampión, me sentí una reina. De noche dormía en mi cama, pero de día cambiaban las sábanas de la cama camera de mis padres y yo pasaba acostada en ella. Miraba los dibujitos, tomaba la leche con Pilán, y hacía los deberes que mi madre se encargaba de conseguir con una absoluta prolijidad causada por la amenaza de que mamá sería capaz de romper una y otra hoja hasta que salieran perfectamente dignos de una hija de maestra concienzuda. Porque en eso también iba su orgullo. También venía de visita mi tío Toto (que en realidad era tío de mamá) un hombre con mirada dulce, agradezco que él haya sido parte de mi niñez porque me salvó del aburrimiento de la media tarde en mis días de sarampión. Me trajo de regalo un juego de mesa y pasaba horas jugando conmigo.
De adolescente, también las viejas y no tanto gritaban y se horrorizaban con mis patas en el suelo. Y, aunque varias veces estuve tentada de comer tiza o ponerme papel secante de plantilla de los incalcuer cuando iba al liceo, nunca me enfermé, tampoco. Las faltas que acumulé fueron de alguna que otra "rata" con las que llenábamos las tardecitas sentados en la cantina frente al liceo, hablando de nuestras conquistas amorosas.
Sólo a los diecisiete me tuvieron que operar, pero de la vesícula, creo que nada tuvieron que ver mis patas en el suelo, más bien fueron los panes de manteca que me comía a puro diente.
Así que, no pude jamás decirles a mis hijos que anduvieran calzados en invierno, ni a mis nietos. Fede salió a mí, y desde bebé se saca zapatos y medias y zácate patas al suelo. Más de una vez estuve tentada de decirle que no lo hiciera pero no tengo ningún tipo de argumento para que no lo haga. 
Hoy tengo la edad de aquellas viejas y pasé la de las no tanto, pero sigo empecinada con mantener mis patas en el suelo, aunque muchas veces no lo haga por disciplina o, mejor dicho por no tener que ir a la pedicura que es una de las peores experiencias de mi vida.