Blanco y Negro

Blanco y Negro
Juntos... un huracán...

miércoles, mayo 10, 2006

HORÓSCOPO

Mi horóscopo del día de hoy debe decir:
Buen día para el trabajo intelectual. Podrá concretar lo que se proponga al respecto.
Tendrá facilidad para expresar sus ideas.
Inmejorables condiciones.

lunes, mayo 08, 2006

Buenos días

Como todos los lunes. Es la parte de la rutina que no se puede desterrar. Y cuando suena el despertador, me quedo despierta. Pero bien quieta, esperando que se arrepienta. Que se dé cuenta que es temprano todavía... pero no. Insiste. Empiezo a enterarme que el cielo está nuboso. No hace demasiado frío. La temperatura es de doce grados. Humedad..¿para qué carajo nos dicen la humedad? ¿y la temperatura? Lo mejor sería que nos dijeran que está caluroso, frio, muy frio... no sé. Vuelve a decir la hora: siete y ocho minutos.
-¡carajo! -grito casi con desesperación. Y salto de la cama.
Corro hacia la cocina donde prendo la cafetera y pongo agua a calentar para el mate. La corrida ahora es hacia el baño, abro la ducha y espero que el agua se caliente. Y otra corrida.
-Joaco, Joaco... levantate... el agua está abierta...¿qué vas a desayunar?
-Cocoa
-¿comés algo?
-no, solo cocoa.- el malhumor de mi niño me hace saber que todo está bajo control.
Mientras bebo la primera taza de café del día, bato la cocoa y caliento la leche. La cafeína no hace esperar su efecto y ya me siento despierta. Seguro que después del mediodía voy a comenzar a bostezar y desear acostarme un rato.
Ya comenzó mi día, vuelvo a mi dormitorio por ropa. Mientras que me visto me pregunto por qué habré elegido que mi niño vaya al colegio tan temprano. Pero inmediatamente me reprocho la pregunta.
Cuando termino de vestirme, él me está esperando. Pronto. Y corrida de cinco cuadras en subida para llegar a la parada donde tiene que tomar el colectivo.
Llego de vuelta, bien despierta, porque entre el café y el aire fresco de la mañana ya ni rastros del sueño que tenía al abrir por primera vez los ojos.
Ese es el momento de la decisión. Tengo que sentarme frente a la máquina a trabajar. O comenzar por ordenar la casa y trabajar más tarde. Y parece hasta estúpido que pierda tiempo en decidir esas cosas. Pero sé que un paso equivocado puede acabar con la creatividad de todo un día, o quizá más. Así que me tomo el tiempo necesario para decidirlo.
A las ocho en punto me senté frente a mi cíclope amigo y aquí sigo, entre noticias, un poco de trabajo y éstas palabras que aparecieron y me pareció bueno compartirlas.

miércoles, mayo 03, 2006

VESTIGIOS DEL MAR

VESTIGIOS DEL MAR
Llegó el otoño y a mi lado aparecen los últimos vestigios de mis vacaciones. Unos caracoles. De los que junté en mi último día en el océano. Para que me acompañaran en la odisea del invierno. Esos días en que me quedo quieta, acurrucada por el frío que llega hasta los huesos. Esos caracoles serán los que me sacudan la modorra del invierno.
Acá están, y llegó el otoño, y todavía no les preparé la bolsita en la que los iba a guardar para abrirla en algunas ocasiones nomás. Debe de ser por eso que el clima me está dando una tregua y aunque pasando la primera semana de abril, del frío ni se habla, por suerte. Pero prometo que ahora mismo, después de escribir lo que me inspiraron, voy a preparar esa suerte de hechizo que me prometí. Para regalármela, y el veintiuno de junio, día del cumpleaños de mi abuela María que de puro contra se murió en pleno verano, la voy a abrir para verlos y recordar ese día de verano en que los recogí. Y creo que la abuela María llega a mi memoria no sólo por el día del cumpleaños, que es el día más corto del año y en el que comienza el invierno. Creo que me llega a la memoria como lo hizo éste verano en mis vacaciones que fueron en la Paloma, justo en el mismo lugar donde estaba aquel día de enero en que nos llamaron para avisar que estaba internada. Y no puedo olvidar el viaje interminable desde el balneario hasta la sala del sanatorio. Donde al verla tan bien, creí que por suerte lo peor había pasado. Aunque escuché el comentario de que el período crítico demora en pasar setenta y dos horas. Y no las pasó. Y acá estoy cerrando los ojos para recordar su mirada clara. Su cara de angustia eterna. Su sonrisa triste.
¿Por qué siempre tenía ese dejo de angustia en su rostro? Nunca pude saberlo. Me desespero cuando no puedo recordar su cara. La voz muy pocas veces la vuelvo a sentir nítida en mis recuerdos. Y acá estoy yo, con mis caracoles y piedritas que al traerme la imagen de mi abuela, también me traen su olor. Ese que es el único que reconocería entre muchos, y que nunca más sentí desde que se vació su casa. Voy a tener que hacer la bolsita...
Y se me llega el invierno, el frío congeló mis huesos cuando salí hoy temprano. Me niego a estrenar el fuego en la estufa que está, no sé bien en qué rincón esperando a que me decida. El frío duele, congela las ganas, enfría los sentimientos, llego de la calle directamente hacia donde están un poco desperdigados mis vestigios de verano. Entonces me prometo “Hoy sí, antes de prender la estufa, así medio congelada y acurrucada abajo de una manta coso la bolsita.” Así por fin dejo al invierno asomarse a mi ventana. Porque nada me importa. Porque tengo el hechizo para que se dé media vuelta y vuelva sobre sus pasos. Tengo el poder de detenerlo ahí.
Y cuando entre en mi casa, cansada y agobiada del frío, brillará el sol de verano desde ese pequeño espacio que le tengo destinado. Entonces me voy a sentir refugiada de verdad, y no como ahora, que tiemblo debajo de la manta pero que no sé bien cuál es el motivo que me detiene cada vez que tomo la decisión.

martes, mayo 02, 2006

DESGANADA
Mil cosas me dan vueltas por la cabeza. Todas son importantes. Cada una de ellas reclaman su prioridad en éste día en el que me levanté sin ganas de nada. Y yo acá, decido empezar a escribir. Es una tarea que me lleva mucho tiempo y que no estaba dentro de las urgencias materiales, pero que se hace sentir como la principal emergencia. Días y días sin usar éste teclado al que me he acostumbrado a fuerza de necesidad.
Todos quienes me rodean andan con agenda llena, no los entiendo. El tiempo pasa de un compromiso al otro y se pierden el asombro del encuentro fortuito. Ese que los puede llevar a pasar los más maravillosos momentos jamás programados. Eso es lo maravilloso. Que sea fuera de programa. Pero si una hora tras otra está cargada de actividades se pierde la posibilidad de la sorpresa. Y si por alguna razón te cruzás con alguien o algo que merece más que ese instante, chau llega la angustia por el tiempo que falta para disfrutarlo.
Es por eso que cuando tengo tantas cosas que hacer termino dando vueltas y vueltas sin hacer nada, al fin. Los únicos que se empecinan en llenar mis tiempos son mis hijos. Lo logran bastante bien, y me pregunto cuándo será el momento en que logre que las páginas de mi agenda inexistente queden vacías para ser llenadas después de cada momento vivido. Y si quiero.
Hay noches en las que decido tirarme en un sillón sin hacer nada ni hablar con nadie. Yo y mi silencio, mejor dicho yo y mi mundo interior que de silencioso no tiene nada. Pero llega uno u otro, con problemas o proyectos o para charlar porque sí no más y ahí queda esperando mi necesidad de estar conmigomisma.
Ahora, sin ir más lejos, no sé cuánto tiempo me va a durar éste estar frente a una pantalla sin hacer nada más que escribir algunas palabras cuando me salen. Algo va a romper esa magia.
Y pueden pasar varias cosas según mi estado de ánimo, puedo gritar o abandonar todo casi con resignación o puedo pedir unos minutos para terminar con lo que estoy haciendo y quizá hasta con alegría. La alegría de recibir lo inesperado de ésta vida. Ésta vida que no me da tregua y es una guerra tras otra las que van llegando para que uno se haga a la lucha no más.
Ahora mismo que todo parece tan calmo, estoy en varios frentes a la vez. Calculando cada uno de mis movimientos en éste día que me pedía tantas jugadas tácticas y yo.. sin ganas.

lunes, mayo 01, 2006

Recorro visualmente el espacio que desde hace tiempo me contiene. Es este espacio en el que me refugio día a día, dentro de mi propia casa, y que a veces siento que invaden alguno de mis hijos. Acá tengo todo lo necesario para pasar muchas horas: la computadora, libros, música, un ventilador y una estufa antiquísima para el invierno. De tanto en tanto salgo a buscar algo. Puede ser alguna de las infusiones que acostumbro a ingerir, o cualquier otra cosa. Es como una recorrida para corroborar que todo está en orden. No perfecto, porque sería demasiado pedir.
También están los elementos de trabajo. Ese trabajo que algunas veces me da la posibilidad, por algunos segundos, de sentir que estoy haciendo algo creativo. Aunque lo de creativo lo dejo para él. Él que se sienta durante algunos minutos y me da un listado oral de cosas para ir haciendo.
“Si tenés ganas” Así comienzan sus frases cuando hay cosas para hacer. Porque sabe que es inútil darme algo para hacer si no tengo ganas. Pero de la misma forma sabe que cuando las tengo, paso muchísimas horas encerrada en mí misma trabajando sin pausa.
Ahora sin ir más lejos tendría que estar ocupando mi tiempo en entelar dos grandes futuros cuadros. Esos en los que aparece una fachada muy parecida a la de mi casa. Con puertas que la mayoría de las veces están cerradas. Muchas veces me paré frente a uno de esos cuadros preguntándome qué habrá detrás de esa puerta tan hermética. Quedo fascinada cada vez que deja una puerta medio abierta. Cruzo en mi imaginación el umbral, y voy agregando elementos aquí y allá. A partir de lo poco que me muestra esa hoja abierta recreo el resto del espacio. Hay veces que hasta invento las historias de quienes podrían vivir allí. Según lo poco que se ve, ya sé si se trata de un hogar o pensión familiar.
Para mí un cuadro es como un libro que te deja descansar los ojos.
Lo escucho abrir la puerta, y sé que es él. Trae el mejor de sus rostros. Pero me ve ahí.
- ¿café?
Es como decir: “Ya que no hiciste nada útil, al menos podrías tener hecho un café.” Y yo, sin poder explicar lo bueno que es sentarse frente a una hoja y escribir, busco mil excusas de las que ninguna sale de mis labios. Me mira con un reproche al que no puedo responder más que con enojo. Se me hace imposible explicar cuáles son mis tiempos. Pero son únicos. Algunas veces trabajo desde que me levanto hasta que me acuesto. Incansable. Otras, como dando lástima ando dando vueltas y vueltas alrededor de la casa durante todo el día.
Cada día trae consigo diferentes posturas frente a ésta vida que no quiero desperdiciar y que veo escabullirse rápidamente. Pánico me da ese torbellino de segundos y de minutos que se transforman en horas que no vuelven.
Entonces agarro un libro y me siento en éste espacio que siento tan mío, aunque pocas cosas hice para que así lo sienta. Y espero el momento en que el café esté listo y, aunque demasiado cargado para mi gusto, él vuelva con su mejor sonrisa para sentarse a mi lado a disfrutarlo.