Blanco y Negro

Blanco y Negro
Juntos... un huracán...

miércoles, febrero 19, 2014

TORMENTA

Salgo. El cielo parece que fuera a descolgarse en cualquier momento. No tengo ganas de volver, necesito respirar aire y mis esperanzas son llegar a la rambla antes de que comience a llover. Aunque tuviera que volver ensopada, lograr dar unas buenas bocanadas de aire más puro del que me rodea, normalmente, valdrá la pena. Oxigenará mi cerebro para tener más claridad y, así, poder tomar las decisiones óptimas.
Cuando era muy joven soñaba con algo parecido a lo que vivo, ya no me atrevo a soñar demasiado porque quizás esa fue la razón de que el tiempo se me pasara tan rápido.
Estoy a mitad de camino y siento cómo va llegando el olor a tormenta.                La gente camina rápido, y los autos también apuran su marcha como si quienes van dentro corrieran el mínimo riesgo de mojarse. Nadie respeta nada. Yo no respeto los semáforos. De todas formas, en cada bocacalle que he cruzado, tuve que esperar el cortejo de decenas de autos que se molestan unos a otros tratando de salir de una emboscada para llegar a otra, lo más rápido posible.
Las primeras gotas de lluvia me salpican justo antes de cruzar la rambla hacia el río mar. Un viento se anuncia con la brisa que crece rápidamente. El cielo se ennegrece más desde el horizonte y se comienza a ver las gotas chapoteando sobre las rocas.
Como hormigas suben las escaleras de la Ramirez cientos de personas que disfrutaban de un día de sol, los niños se arremolinan alrededor de los adultos, tratando de corretear un poco más sobre la arena blanda. El agua está creciendo en un juego implacable contra los que descansaban sentados o tirados cerca de la orilla. Levantan corriendo sus ropas semimojadas esperando un milagro de sol que las seque y los deje volver dignamente vestidos a sus casas.

Mientras miro el cuadro como que si estuviera absolutamente fuera, respiro hondo todo lo que puedo. Ya es hora de retornar a mi pantalla blanca. El final de un capítulo espera ser escrito y la visión casi apocalíptica de una tormenta llegando me da la absoluta seguridad de que he conseguido ver un poco más del comportamiento de los montevideanos que me rodean.

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