Blanco y Negro

Blanco y Negro
Juntos... un huracán...

jueves, octubre 09, 2008

Del libro de mis reencarnaciones

Me vi caminando bajo una llovizna densa, de esas que dejan la ropa perlada. Estaba vestida de forma diferente. Más parecía una dama antigua que yo misma. De pronto también me di cuenta de que no estaba en la misma época. Carros tirados por caballos pasaban a mi alrededor. No sabía dónde estaba, qué hacía allí, ni hacia dónde iba. Mi voluntad estaba detenida, parecía seguir los pasos de esa mujer que caminaba rápido en la que sólo me reconocía por sentirme en sus pies calzados con tacones, soportando un sombrero que, con sus ganchos, tironeaban mi pelo haciéndome sentir dolor.
De pronto mis pasos se detuvieron frente a una puerta. Mis nudillos golpearon y me pregunté qué habría en ese lugar.
Un hombre abrió la puerta sonriendo y me tomó en sus brazos a la vez que me decía que hiciera silencio. Ingresamos en una habitación que era el dormitorio principal de la casa, por lo que se podía ver, cerró la puerta detrás nuestro. Ella, o yo, lentamente comenzó a quitarse las prendas, sin nada de vergüenza y sólo al recordarlo me ruborizo. Él miraba ese regalo de alguien que, por la actitud, ya bien conocía.
Yo, la que me ruborizo, comencé a preguntarme qué haría esa mujer que decididamente no era yo, en esa época, actuando como alguien sin escrúpulos. Podría ser una prostituta, pero no era lo que parecía por su forma de vestir elegante y sus modales. Tendría que averiguarlo porque no sabía cuánto tiempo debía estar dentro de ella sin poder actuar. En esos momentos se me cruzaron muchas cosas por la mente, pero ninguna que fuera efectiva. Todo lo que intentaba parecía no dar resultado.
Quería moverme pero se movía ella. Sentía como que si mi cuerpo fuera utilizado por una fuerza extraña. Gocé del sexo, por única vez en mi vida, con un completo extraño. Sentí que si esa había sido yo, en algún momento de la historia, no había sentido la fuerza de la modernización en la que las mujeres perdieron sus derechos a sentir y vivir el sexo.
Caímos yo y ella, ella y yo, nosotras o una cualquiera de ellas, extenuadas, en un profundo sueño.
Desperté con las manos adormecidas por haber dormido con la cabeza sobre ellas. Al fin había logrado el desdoblamiento. Estaba nuevamente en mi vida, con mis jeans raídos y mi blusa preferida.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lindoooooo, e inquietante también...pero una experiencia muy excitante no..?
;)
Besos